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SALTO CUÁNTICO: La inútil vida política de la oposición mexicana

En la obra de teatro “Esperando a Godot”, escrita por Samuel Beckett, el autor ofrece elementos de reflexión sobre el sin sentido de la vida y de la muerte, sobre el tiempo de la vida humana en la Tierra, de las relaciones humanas vistas desde la perspectiva de la necesidad de supervivencia, donde no cabe el amor, y del lugar que ocupa el hombre en el mundo.

 

José Luis Treviño Flores* / 4 Vientos

 


Cuando en 1969 Samuel Backett fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, el jurado justificó el reconocimiento que hizo de él manifestando algo que hoy sigue siendo muy contemporáneo: “Por su escritura, que, renovando las formas de la novela y el drama, adquiere su grandeza a partir de la indigencia moral del hombre moderno” (Foto: Getty Images),


Lo que domina, dice Beckett, es la carencia, la falta de recursos y una desoladora fatalidad donde la pasividad regresiva justifica una actitud, o manera de estar, que acaba barriendo el sentido y el significado de la existencia (“Temas de Psicoanálisis”).


Contrario a la utopía, se trata de una sociedad ficticia indeseable en sí misma (distopía).


El género se acomoda a la inútil vida política de la oposición que encabeza Claudio X González, nuestro absurdo y empecinado junior oligarca quien vive en una realidad alterna inexistente.


Así, cada personaje opositor trata de encontrar cómo acomodar su absurda lógica en la realidad de un país que les es ajeno.


A diferencia de los personajes creados por el dramaturgo irlandés -muerto en diciembre de 1989- que esperan a que un ser inexistente resuelva su miserable vida, los conservadores mexicanos saben muy bien quién, a su criterio, debe solucionar su hambre de privilegios: el pueblo.


Esperan y esperan a que su insistente discurso clasista provoque que ese pueblo vilipendiado, odiado y segregado por ellos desde hace décadas, voltee y asuma la responsabilidad por su pérdida de recursos extraídos del erario.


Añoran otro FOBAPROA, otras privatizaciones de empresas públicas y la entrega de recursos naturales a países extranjeros depredadores.


Hay un personaje en especial dentro de la obra de Beckett llamado Lucky, propiedad de Pozzo, a quien el patrón le pone un sombrero y lo obliga a pensar; pero el abusado profiere asumir el galimatías propio de un ser explotado, deshumanizado y carente de autonomía.


Hoy, en México, Pozzo es Claudio X González y Xóchitl Gálvez es Lucky. Se trata de la caótica relación entre un oligarca opresor y ambicioso con una esclava sumisa y dispuesta a hacer lo que le ordenan mientras trata de pensar siendo esclava y mula de carga.



La familia disfuncional y ¿feliz? Ellos viven en su distopía (Captura de pantalla en Youtube).



La surrealista simbiosis entre animales políticos de muy diverso origen, bailando alrededor de un amo cruel y decidido a sacrificar todas las dignidades posibles con tal de alcanzar un objetivo que más bien parece una obsesión inalcanzable, se transforma en la descarriada utopía de querer obtener el control absoluto de todo y de todos.


Es como si metieras en una caja de zapatos a una culebra, a una tarántula, a una lagartija y a una avispa, y pretender que todas vivan en armonía.


De hecho, cada militante de las cúpulas del PAN, PRI Y PRD solo está en espera de poder clavar sus colmillos en el otro porque, en su mundo, no hay lealtades ni empatías.


Debe ser frustrante para ellos observar que el pueblo, antes temeroso, se ha convertido en un ente crítico que no está dispuesto a dar marcha atrás en el camino de su propia transformación y emancipación.


México todo debe estar muy atento al proceso electoral del 2 de junio. La derecha y su aliada ultraderecha son peligrosas cuando se sienten perdidas.


Son violentas ya que las rige un cerebro no evolucionado, inmaduro, falto de empatía y reptiliano; es decir, frío, carente de sentido comunitario y de razón.


Están agazapadas, listas para desatar el infierno ante su incapacidad de relacionarse y buscar el bien común, aquella formación ideológica que sus teóricos, hoy desaparecidos, tanto les recomendaban aprender y aplicar.


El pueblo de México no debe esperar nunca un cambio de actitud por parte de las huestes conservadoras; no existe la posibilidad planetaria de que un conservador cambie.


En palabras de JOHN STUART MILL: “Los conservadores no son necesariamente estúpidos, pero casi todos los estúpidos son conservadores.”



* José Luis Treviño Flores es profesor y activista social en Juárez, Chihuahua, en donde es subdirector académico de la Secretaría de Educación Pública.


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