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MUSA VERDE: Lo que los bosques de BC pueden aportar al manejo mundial de los incendios forestales

Los fuegos ocurren naturalmente en el mundo y son parte del imaginario colectivo en civilizaciones y comunidades primitivas y salvajes. Necesitan tres componentes para ocurrir: oxígeno, siempre presente en la atmósfera; material combustible; y una fuente de ignición que desate el incendio.

 

Horacio de la Cueva* / Edición: 4 Vientos



El bosque de la Sierra de San Pedro Mártir, en la porción norte central de Baja California, un lugar ejemplar para la conservación natural de zonas arboladas del mundo (Imagen: Felipe León).


La severidad y cercanía de los incendios a nuestra vida, hace que nos percatemos de sus causas.


En los ecosistemas mediterráneos, como el que se ubica en la costa del Pacífico californiano y al noroeste de Baja California, los fuegos son la principal forma de descomposición de la materia. Hoy sabemos que, sin fuego, no hay reciclado de nutrientes.


Las plantas nativas de estos ecosistemas han evolucionado para sobrevivir a estos fuegos y persistir en el ecosistema, al cual hemos modificado no sólo viviendo en él con nuevas plantas, sino también alterado el régimen natural de los incendios.


En los últimos 100 años el manejo de fuegos en estos ecosistemas por parte del Servicio Forestal de los Estados Unidos cambió el aspecto de los bosques en California.


La evidencia histórica y los bosques de Baja California, que no han tenido el mismo tipo de manejo intensivo en reforestación y de supresión del fuego, indican que la densidad de plantas era mucho menor en aquella región californiana y que era posible caminar entre los árboles tal y como aún ahora se puede hacer en la porción del norte de Baja California donde habitan, en su mayoría, ejemplares adultos que se establecieron hace siglos en zonas abiertas de las sierras.


Hoy es prácticamente imposible pasear entre los bosques intensamente poblados de California, donde hay una combinación de edades en árboles que superan desde la centena de años hasta los más jóvenes.


El manejo por supresión de los incendios forestales convirtió a los bosques de California en un sistema que, bajo las condiciones apropiadas, literalmente se vuelve un infierno cuando inicia un fuego que luego se sale de control.


Esta administración equivocada y la sequía extrema trocaron a esos bosques en piras que están a la espera de la chispa que las encienda.


Los humanos contemporáneos somos víctimas y testigos de estos cambios. Por años, las noticias de primera plana relativas a desastres naturales han sido dominadas por fuegos de intensidad y poder destructivo jamás vistos y padecidos por humanos en California.



El incendio forestal "Camp" ha sido uno de los más destructores en la historia de California, provocando que al menos 200 mil personas fueran evacuadas de su área de conflagración (Captura de pantalla en Youtube).



Por ejemplo, en el norte del estado vecino el incendio “Camp” fue devastador. Tomó más de 83 vidas y se desconoce el paradero de más de mil personas. Igualmente, destruyó más de 12 mil 900 edificios y quemó una superficie cercana a las 62 mil hectáreas.


Este incendio forestal fue provocado cuando cables de tendido eléctrico fueron derribados por los poderosos vientos de Santa Ana. Se trata de vientos secos que bajan del desierto a la costa.


Esa ocasión pasó algo inesperado: a pesar de que bajo este tipo de viento muchas veces se corta el flujo eléctrico para evitar incendios, una falla humana –no cerrar a tiempo el flujo de electricidad en el cableado de alumbrado- desató uno de los incendios forestales más desastroso registrado en California.


Además, el incendio no se propagó como una “pared de fuego”. Expliquemos.


El viento hace que las chispas vuelen de las partes altas al pie de las montañas, creando así “mosaicos” de áreas incendiadas mezcladas con áreas libres de fuego.


Eso no sucedió así. Agarró parejo, lo que, aunado a los efectos en vegetación y tierra perturbada por una sequía extrema, provocó un efecto ruinoso en los bosques mediterráneos californianos y sus densamente pobladas áreas conurbanas.


Se pensó que esto no volvería a suceder, pero a finales de junio y la primera quincena de julio de este año se presentó una tragedia forestal aún más catastrófica: el incendio “Park”, que hasta el 12 de julio había arrasado cerca de 67 mil hectáreas en el norte de California, afectando las estribaciones de la Sierra Nevada, cerca de la ciudad de Chico, al norte de Sacramento, la capital del estado.


A esa fecha, el Departamento de Protección contra incendios de California, conocido como Cal Fire, reconoció que, a pesar de los esfuerzos iniciales por contener el fuego, los bomberos solo habían logrado controlar un 3 por ciento de las llamas.


“No estamos simplemente en una temporada de incendios, sino en un año de incendios”, dijo entonces Joe Tyler, director de Cal Fire, quien informó a los periodistas que a esa fecha el número de incendios era apenas un poco mayor al del año 2023, pero los datos estatales muestran que la superficie quemada era más de 20 veces mayor.


Así, en este punto del año pasado, poco más de 3000 incendios habían consumido 10 mil 398 acres de acuerdo con cifras de David Acuna, jefe de batallón de Cal Fire, por lo que las tendencias a largo plazo son igualmente alarmantes.



El lujo de vivir en los bosques californianos o en sus cercanías, trae aparejado el alto riesgo de ser afectados por los cada vez más frecuentes Y devastadores incendios forestales, TAL Y como sucedió durante el incendio "Camp" (Imagen: Agencia AP).



“Si nos fijamos en el promedio de cinco años, estamos ligeramente por debajo en la cantidad de incendios”, dijo Acuña al periódico Los Ángeles Times, “pero somos más del 400% mayores en acres quemados”.


En parte, esto se debe a que ha sido un verano muy caluroso, con una ola de calor opresiva que ha batido récords de temperatura en todo el oeste, pero Acuña dijo que también se debe a que las dos últimas temporadas de incendios fueron relativamente suaves y el invierno y la primavera fueron más húmedos de lo habitual, factores que se combinaron para dejar más capas de vegetación seca que alimentan las llamas.


Es cierto: el clima ha cambiado y se esperan lluvias. Estas ayudarán a extinguir los incendios, pero también la lluvia sobre laderas y sus suelos quemados causará inundaciones y deslaves sobre los terrenos naturales y los asentamientos humanos, por lo que los investigadores forenses temen que las lluvias les impidan encontrar restos incinerados.


El tamaño de estos desastres no se puede explicar sólo por los vientos de Santa Ana. La costa Oeste de Canadá a Baja California está sufriendo una sequía extraordinaria, haciendo a los bosques y matorrales más susceptibles al fuego.


Igualmente, el lujo de construir casas y comunidades en medio del bosque nos acerca más a los combustibles y disminuye la posibilidad de evacuar rápidamente.


¿Qué podemos hacer para minimizar el efecto de fuegos tan devastadores como estos?


Primero, reconocer que no podemos separar el daño a la naturaleza que ocasionan las instalaciones y actividades humanas.


Por otro lado, el Servicio Forestal en California al menos quiere llevar a los bosques a su estructura de hace 100 años, haciendo quemas prescritas que disminuyan el combustible disponible en las peores circunstancias.


Así, los bosques de Baja California, sin políticas evidentes de supresión de incendio, son el modelo a seguir en este conflicto provocado por la humanidad contra la naturaleza.



* Horacio de la Cueva Salcedo es doctor en Filosofía (Zoología) por la University of British Columbia, Canadá. Es también investigador titular del Departamento de Biología de la Conservación en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese). Especialista en biomecánica, conservación de especies y ecosistemas. Asimismo, es divulgador de la ciencia y colaborador de 4V.

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