La industria vinícola mundial resintió en 2023 el impacto del cambio climático cuando su producción anual de vino cayó en promedio 7 por ciento, su peor cifra desde 1961. Ante ese panorama, Baja California, sede del 90 por ciento de los vinos que se confeccionan en México, inicio, con el respaldo de su comunidad científica, un proyecto preventivo para la sustentabilidad y conservación de sus viñedos por lo que resta del siglo.
Javier Cruz / 4 Vientos / Todos@Cicese
La producción mundial de vino cayó en 2023 a su nivel más bajo desde 1961 debido a que los viñedos fueron azotados por fenómenos climáticos extremos (Imagen en canariasgourmet.es)
Entre las acciones a corto plazo ya propuestas por especialistas a empresarios y gobiernos para afrontar el impacto inminente del calentamiento planetario en la vinicultura local, están la instalación de sombra para las plantas, optar por variedades de uva más resistentes al calor, plagas y sequía, reubicar los viñedos en valles montañosos más elevados, e instalar mallas para proteger a las vides del granizo.
Asimismo, implementar una gestión hídrica integral para la subcuenca del río Guadalupe, principal abastecedora de agua a la región vitivinícola más importante del país: el valle de Guadalupe, en donde ya existe:
1.- Sobreexplotación del manto acuífero; 2.- salinización y caótico uso de sus tierras; 3.- temperaturas de verano superiores a 40 grados Celsius, y 4.- nula inversión en infraestructura que permita contener, almacenar y redistribuir estratégicamente las aguas de lluvia y deshielo invernal.
Un tercer paquete de propuestas con sustento científico en desarrollo incluye la utilización masiva de especies de uva patrimonial (Misión y Rosa del Perú), mejor aclimatadas a las condiciones meteorológicas extremas de la región norteña peninsular.
De igual manera, el uso de microbios que viven asociados a las plantas de vid para que éstas resistan y prosperen bajo situaciones de temperatura muy elevada y/o de falta de agua, lo que las hacen más sanas que las vides comerciales.
Entre quienes trabajan desde la academia y la investigación con propuestas diferentes a la obsesión privatizadora del gobierno estatal mediante la inversión de recursos públicos en la construcción y operación de una planta de tratamiento del agua negra de Tijuana para que una empresa venda los residuos purificados a los vinicultores del valle de Guadalupe-, están:
Los doctores Tereza Cavazos Pérez y Thomas Kretzschmar, la primera, climatóloga del Departamento de Oceanografía Física del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE), y el segundo, hidrogeólogo del Departamento de Geología del centro dependiente del Consejo Nacional de Historia, Ciencia y Tecnología (CONAHCYT).
Igualmente, la doctora Rufina Hernández Martínez, investigadora del Departamento de Microbiología del CICESE, y los investigadores Lino Meraz, Antonio Valderrama y Elizabeth Maldonado, de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).
Hace 14 años, los tres últimos especialistas propusieron al gobierno federal y estatal que desarrollaran planes multifuncionales y promotores de la conservación del ambiente y la sustentabilidad en el uso y reuso del recurso hídrico sobreexplotado por las empresas vitivinicultoras.
Hasta hoy su petición no tiene respuesta.
Al contrario, el consorcio Cetto y otras 149 bodegas asentadas en cuatro mil 600 hectáreas bajo producción en los valles guadalupanos de San Antonio de las Minas, El Porvenir y Calafia, impulsaron 260 proyectos vinícolas que lograron -en 2023- una producción de 64 millones de litros de vino, cantidad que representó entre el 75 al 80 por ciento de la producción nacional.
En su informe anual de 2023, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), desnudó el impacto ambiental que representó en consumo de agua potable la fabricación de tal cantidad de millones de litros de vino.
Fueron entre nueve mil 600 millones a 19 mil 200 millones de litros de agua, a razón de una variante de consumo que va de 150 a 300 litros en todo el proceso de elaboración de un litro de vino; es decir producción de uvas, molienda, fermentación del mosto, envejecimiento y embotellado.
A cambio del agua que la industria consumió, los dueños del vino en Baja California obtuvieron ventas por tres mil 600 millones de pesos, la cifra más grande en la historia del resurgimiento de la vitivinicultura en Baja California, en la década de 1990.
¿Víctimas de estrés hídrico, o de avaricia desmedida? (Foto: Images Escestáticos / El Confidencial))
AUN CON TIEMPO, PERO CON OTRO SABOR
En octubre pasado, en una reveladora conversación con productores de uva de Guadalupe, la doctora Cavazos, especialista mexicana en cambio climático, explicó que hay un índice que se utiliza en la investigación para determinar cuáles son las zonas más aptas para la viticultura.
“Ese índice se relaciona con la acumulación de grados de calor durante el periodo de crecimiento. Básicamente, es temperatura máxima durante el día menos la mínima durante la noche. Se acumulan esas horas y tenemos un valor total durante el periodo de crecimiento”.
Por ello, el límite superior para el cultivo de vid es de dos mil 700 unidades de calor y el mínimo oscila entre 850 y mil 200.
Dado que Baja California, y todas las regiones de producción vitivinícola en México se encuentra en el orden de las dos mil unidades, el estado cuenta todavía con un margen para afrontar las consecuencias del calentamiento global.
Al aplicar este conocimiento en el ciclo biológico de la uva, la investigadora dijo que el efecto del aumento de la temperatura provoca que se adelante varias semanas. Es decir, si regularmente la cosecha es en los meses de agosto y septiembre, en los lugares más cálidos del país se adelanta a febrero o marzo.
“Sí es una preocupación que en unos 20 años la temperatura aumente otro grado centígrado porque ya estaríamos en esta fase donde hay menos uvas que sean resistentes a las altas temperaturas. Hay que pensar qué hacer si eso sucediera”.
Esto reviste importancia especial porque la proyección científica es que, para el año 2040, la temperatura aumente 1.5 grados, mientras que para finales de siglo las estimaciones indican que, de no tomar acciones para reducir los gases de efecto invernadero, el aumento será de cuatro grados.
De darse este escenario, afirmó, las complicaciones no solamente serían para el sector agrícola, sino en general para todos los seres vivos del planeta, ya que habría que implementar estrategias de adaptación en todos los ámbitos para afrontar un reto de ese tipo.
“El aumento de temperatura en la producción de vino podría tener como consecuencia que ocurran primaveras falsas que rompan con el estado de reposo (dormancia) necesario para las vides, adelanten las temporadas de cosecha y finalmente se produzcan vinos con sabores distintos a los tradicionales”.
En ese sentido, estimó que habría posiblemente vinos diferentes. No necesariamente de mala calidad, sino vinos con un sabor diferente.
“Y eso, para quienes comercializan los vinos, será una nueva tarea: hacerle llegar (información) a sus consumidores que habrá sabores diferentes debido a esto”.
Prepararse para estos escenarios implicará también que los productores implementen estrategias de adaptación como instalar sombra para las plantas, optar por variedades más resistentes al calor y la sequía, o instalar mallas para proteger a las vides del granizo, en caso de que se presenten eventos extremos.
Ante la amenaza del calentamiento planetario, instalar sombra para las plantas, optar por variedades más resistentes al calor y la sequía, o instalar mallas para proteger a las vides del granizo (Foto: Villa Antonio).
SIN AGUA NI ARENA, PERO CON MUCHA SAL
También en charla con vinicultores de Baja California y el resto del país, el doctor Thomas Kretzschmar afirmó que la escasez de agua en el Valle de Guadalupe es una problemática que de debe observar a nivel de cuenca hidrológica.
Consideró, hace apenas cinco meses, que la parte medular del problema del agua en el valle es la recarga del acuífero, la cual provenía, en un 60 por ciento, del valle de Ojos Negros; mientras que el otro 40 por ciento era de otras cañadas pequeñas alrededor del valle, según estudios que realizó.
Destacó el problema de la salinidad del agua que provoca el tiempo de residencia y el contacto con el acuífero, lo que aumenta las sales como reacción a la interacción con los minerales.
“Algunos dijeron ‘esa es agua del mar, es intrusión salina’. Pero estamos a 350 metros de elevación; no es intrusión salina. Eso es por la cercanía (del líquido) con la superficie; tenemos evaporación, el agua se evapora y las sales se quedan”.
El hecho científico es que hay más evaporación del agua en Guadalupe y el resto de la subcuenca del río, de dos mil 400 kilómetros cuadrados de extensión que va desde las cumbres de la Sierra de Juárez hasta el océano Pacífico, por la extracción excesiva de arena a lo largo de su lecho y que se practica legal o ilegalmente, y en la mayoría de las ocasiones sin estudios de impacto ambiental, desde 1991
.
Respecto a la última temporada de lluvias en la región, el especialista comentó que aun cuando no fue tanta en cantidad, sí aumentó la frecuencia, lo que fue suficiente para infiltrarse a los acuíferos y poco a poco alimentar a los arroyos.
No obstante, observó que los eventos extremos de precipitación no ayudan a mitigar la escasez de agua debido a que la capa del suelo se satura y se sella, por lo tanto no se puede infiltrar y la lluvia se pierde superficialmente.
“Por eso nos ayudan más las lluvias medianas, como eran normalmente las lluvias de invierno de Ensenada. Eso nos ayudó más en la infiltración porque no se satura la zona superficial del suelo ni se sella”.
En consecuencia, subrayó, la sequía no se ha terminado, pues aun cuando a nivel superficial hay suficiente precipitación, no necesariamente se refleja en la disponibilidad y la recarga de los acuíferos.
“También son conceptos de tiempo porque el agua que cae arriba (en la parte alta de la sierra y los valles más altos), para que llegue a los acuíferos necesita bastante tiempo; pueden ser días, meses, años, décadas o cientos o miles de años, depende de la región y el material. Estamos trabajando en cómo identificar esto en el Valle de Guadalupe”, dijo el científico a su audiencia empresarial.
300 años de historia; la vid Misión, de temporal, una opción de sustentabilidad (Foto: Vinos Pasani).
RECURRIR A LO NATURAL Y AL PATRIMONIO HISTÓRICO
Mientras tanto, la doctora Rufina Hernández Martínez desarrolla un estudio que busca cómo aplicar exitosamente ciencia en el sector vinícola de Baja California para mitigar los efectos del cambio climático en la industria.
En principio, afirmó, cultivar vides y producir vino en el estado requerirá, en los próximos años, solucionar de recursos naturales y patrimoniales una buena cantidad de problemas relacionados con el calentamiento global que estamos viviendo.
Para ella, los inconvenientes que ya enfrentan los viñedos bajacalifornianos son: promedios de precipitación menores a 200 milímetros por año; veranos con temperaturas que superan los 40 grados Celsius en los valles vinícolas; ondas de calor cada vez más frecuentes, y aumento de enfermedades en la madera en vides comerciales producto de cepas virulentas de hongos.
Respecto a los propósitos de su investigación, la especialista reveló:
“No solo buscamos identificar y rescatar las vides patrimoniales de Baja California, de las que solo hay 38 hectáreas en cultivo de las casi 5 mil dedicadas a la vid en la entidad, sino entender cómo los microorganismos que viven asociados a estas plantas, su microbioma, hacen que resistan y prosperen bajo condiciones extremas de temperatura y falta de agua, y sean más sanas que las vides comerciales”.
Se trata de las vides Misión y Rosa del Perú, que no todos conocen ya que lo común es degustar, en tintos producidos en el Valle de Guadalupe y otras zonas vinícolas de la entidad, las variedades Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Merlot, Zinfandel, Syrah o Nebbiolo.
O las Chenin Blanc, Colombard, Sauvignon Blanc y Chardonnay para los vinos blancos.
“Las dos primeras son nuestras vides patrimoniales, también llamadas criollas o simplemente vides viejas. Son las que trajeron los primeros misioneros y que, a lo largo de 300 años, se adaptaron a las muy duras condiciones de la península, ayudando a forjar aquí la principal región vitivinícola de México”, explicó.
El estudio que preside busca determinar si las vides Misión que se tienen hoy en día, son las mismas que llegaron a la península hace 300 años porque esa información nadie la sabe con certeza.
Consideró que, por la lejanía del territorio peninsular, es más factible que en lugar de sarmientos o pedazos de planta, los misioneros franciscanos del siglo XVII trajeran semillas, facilitando así los procesos de variabilidad.
“Por eso es probable que haya mezclas. ¿Y cómo se dan esas mezclas? Puede ser que en un momento dado el polen de una planta silvestre haya fecundado a la patrimonial, o al revés. Así, algunas semillas pudieron haber generado nuevas plantas. No lo sabemos; justamente por eso estamos haciendo el trabajo, para saber qué pasó en su momento”.
Explicó que, para profundizar en ese conocimiento se seleccionaron cuatro plantas que mostraron recombinación con plantas silvestres, se secuenciaron sus genomas y desde el año 2022 se están analizando.
El valle vinícola más importante de México (Guadalupe, en Baja Calfornia), aún tiene tiempo para planear su desarrollo preventivo y sustentable ante el cambio climático (Foto en Best Day).
EUROPEOS EN BUSCA DE SOLUCIONES EN BC
Destacó que, hoy, proyectos con enfoques novedosos como el que ella encabeza, están en el mapa del interés internacional.
“Ya van dos grupos diferentes que han venido a Baja California: uno de Francia y el otro de Hungría. Los franceses vinieron por lo del congreso de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) de 2022; los húngaros por sus propias fuentes, incluso con apoyo del gobierno del estado”.
Resignada a la realidad que conoce de los políticos y de la subvaloración burocrática e ignorante que oprime a la ciencia mexicana, expresó:
“Ojalá tuviésemos esa visión y el dinero para poder hacerlo en México, Así evaluaríamos anticipadamente nuevas variedades para después decir: ‘podemos plantar estas vides en Baja California y van a tener buena adaptabilidad a nuestras condiciones’”, pero eso, hasta este día, es tan solo un sueño, un buen deseo producto de la esperanza.
Consideró que la idea de los europeos es plantar sus variedades en Baja California para evaluar su adaptabilidad en este clima extremo.
Se trata, obvió, de un interés comercial, pero también se preparan y trabajan para afrontar los efectos del cambio climático que ya sufren en Europa.
De hecho, en un reporte de noviembre de 2023 que la prensa internacional comenzó a publicar entre los días 17 al 25 de abril de este año, la OIV informó que “la producción mundial de vino cayó en 2023 a su nivel más bajo desde 1961”, debido a que los viñedos fueron azotados por fenómenos climáticos extremos.
En números, la elaboración de vinos alcanzó los 244,1 millones de hectolitros, 7% menos que en 2022, y de acuerdo con cifras de la organización varios productores importantes del hemisferio sur experimentaron caídas importantes en su producción: Australia (-18%), Argentina (-9%), Chile (-7%), Sudáfrica (-4%) y Brasil (-10%).
“Una vez más, las condiciones climáticas extremas como heladas tempranas, fuertes lluvias y sequías han impactado significativamente la producción de viñedos en el mundo”, dijo la organización que proporciona datos a los países productores y consumidores de uva y vino.
Destacó un dato: Italia perdió el título de principal productor mundial cuando su fabricación cayó un 12%, lo que permitió a Francia recuperar el primer lugar mientras su manufactura se mantuvo estable.
España mantuvo su posición como tercer productor de vino del mundo, aunque su producción cayó un 14% y un 19% menos que su media de cinco años.
Ganan los productores, pierde el abasto de agua (Imagen: iStock).
PECES GORDOS CON OIDOS SORDOS
El caso de la industria mexicana es distinto.
Si bien el reporte mundial de la OIV no incluye a nuestro país en la caída de producción, destaca un informe de mayo de 2023 en el que el Consejo Mexicano Vitivinícola (CMV) anunció, en medio de la alerta hecha por la comunidad científica mundial respecto a los efectos del cambio climático en la industria, que los empresarios del sector buscarán aumentar en 35 por ciento la superficie de viñedos para el 2030.
De acuerdo con Salomón Abedrop, presidente del CMV, hasta 2023 había alrededor de 40 mil hectáreas de viñedos en México, y de acuerdo con la expansión de la industria se espera llegar a 54 mil hectáreas para 2030.
Además, planteó incrementar la producción de vino mexicano de 38 millones a 52 millones de litros.
“Actualmente, 34 por ciento del vino que se consume es producido por mexicanos (...) Si queremos pasar al 36 o 38 por ciento eso implica aumentar la oferta para que se planten más viñedos; y ese es el gran reto”, dijo el empresario al diario El Financiero.
En la Asamblea General 2023 del Consejo, Abedrop adelantó que los vitivinicultores buscarán “establecer sinergias y acuerdos” con las autoridades locales de las 15 entidades productoras de uva, así como con las asociaciones de productores locales.
Además, destacó la importancia de buscar nuevos consumidores para reemplazar otras bebidas ampliamente consumidas, ya que el 90 por ciento del consumo de vino se concentra en el 10 por ciento de la población.
Finalmente, reveló que, en México, el consumo per cápita de vino es de 1.3 litros anuales, lo cual representa un aumento del 37 por ciento en comparación con los 950 mililitros consumidos antes de la pandemia del Covid-19.
Igualmente, mencionó que al terminar 2023 México ocupaba el noveno lugar a nivel mundial en la producción de uva pasa, el vigésimo sexto en la producción de uva de mesa y el vigésimo séptimo en la producción de vino de mesa.
Ante el cambio climático, es urgente entender cómo los microorganismos que viven asociados a las vides, su microbioma, hacen que resistan y prosperen bajo condiciones extremas de temperatura y falta de agua (Captura de pantalla en Youtube).
MICROBIOS AL RESCATE
Ante la visión mezquina de un sector del empresariado vinícola del país, resplandece el enfoque sutil de la doctora Rufina Hernández de recurrir a lo que generosamente ofrece la naturaleza para aliviar los daños que provoca en ella la estupidez humana.
Mediante el desarrollo del segundo objetivo de su proyecto, la especialista quiere conocer y seleccionar los microorganismos benéficos que viven en las dos vides patrimoniales, para introducirlos en viñedos comerciales y mejorar así su adaptación al cambiante ambiente de Baja California, con lo que resistan altas temperaturas, poca precipitación y enfermedades.
De esta búsqueda de organismos benéficos se tiene una colección de más de 100 que ya fueron evaluados. Primero in vitro, luego en invernadero y posteriormente en ensayos en campo.
“Para poder determinar qué comunidades están presentes y sus características. El siguiente paso es realizar análisis transcriptómicos de esas vides bajo diferentes condiciones; por ejemplo, seleccionando plantas que crecen con riego y sin riego”
La idea es determinar si realmente la falta de agua hace que los microbios actúen para proteger a las plantas.
“Conociendo esto, entonces ya se podría pensar en hacer localmente lo que muchos viticultores en el mundo intentan hacer: encontrar microorganismos que hagan que la planta tenga mejor fitness (estado general de buena salud y fortaleza), o se adapte mejor a las condiciones en las que vive”.
Esto, potencialmente, podría transferir ese microbioma en plantas como Cabernet Sauvignon, Merlot u otras variedades de uva.
Todavía no estamos en el momento de decir: ‘este es el consorcio o el grupo de microrganismos que se tiene que inocular para que la planta esté sana’, pero por ahí va nuestra investigación”.
La especialista certificó que hay mucho interés en conocer el microbioma para poder manipularlo y evitar problemas de enfermedades o aliviar el estrés de las plantas.
“La investigación es de punta, bien interesante y fascina. Creo que vamos por buen camino”.
Ahora sólo falta que, en el caso de la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, y el nuevo gobierno federal de México escuchen y apoyen a los científicos mexicanos que trabajan en dar alternativas sostenibles y sustentables al problema del cambio climático.
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