En estos últimos días Álvaro García Linera, un distinguido teórico y político boliviano, escribió un artículo sobre lo que pasa en su país. En el texto afirma que "las peleas internas nos hacen olvidar a los grandes enemigos”.
Jesús Sosa Castro* / Edición: 4 Vientos
Si persiste la actitud de quienes deciden las candidaturas y las posiciones en los distintos niveles de gobierno, si no hay corrección ni disculpa, las bases pueden caer en el desencanto, cancelándose el debate (Imagen: El Comercio).
Afirma que las diferentes relaciones de fuerzas en América Latina han obligado al pueblo, en reiteradas ocasiones, a votar por los líderes y funcionarios “menos malos”.
Este tipo de problemas los estamos enfrentando en Morena debido a que muchas decisiones se imponen a la militancia, y a los electores en general, por los altos directivos del partido.
Lo hacen a pesar de que, desde hace muchos años, existen participantes que luchan con dedicación y convicción por la 4T.
Es decir, son marginados por cúpulas políticas que no se legitimaron en el ejercicio del poder.
Así, después del triunfo arrollador del pueblo el 2 de junio, se han desatado en Morena una serie de juicios morales y políticos en contra de varios personajes que fueron metidos a la fuerza, por la puerta de atrás, violando las normas, democracia y transparencia de nuestro partido.
Estos hechos vienen siendo practicados por los “cupuleros” del movimiento de Regeneración Nacional.
Esos dirigentes han desoído a las bases, con lo que abren espacio a las rencillas y disputas personales.
Álvaro García, el político boliviano que alerta sobre las consecuencias de apostar a la división interna de los directivos partidistas con las bases militantes del "día con día", que hacen llevar al pueblo a votar "por el menos malo" (Imagen: captura de pantalla en Youtube).
Estos hechos, el mal manejo de los directivos de Morena, más el grotesco e insultante lenguaje de dos que tres personeros de la “sabiduría” política, solo conducen a debilitar la unidad necesaria para enfrentar a una ultraderecha que agota todo recurso en un objetivo: regresar al viejo régimen de privilegios para su “casta divina”.
Si no logramos que las exigencias populares sean tomadas en cuenta, atendiendo a su despertar político y a su conciencia revolucionaria, si el partido y el gobierno no responden a los intereses y sentimientos de la mayoría popular, si se intenta disimuladamente volver a las viejas prácticas de la imposición y la antidemocracia, si los dirigentes y funcionarios no entienden esto y siguen dando paso a la ofensa llamándonos estúpidos, ignorantes y sectarios, entonces estos “líderes” no están entendiendo nada de lo que marcan los nuevos tiempos de la política.
Si persiste la actitud de quienes están decidiendo las candidaturas y las posiciones en los distintos niveles de gobierno, si no hay corrección ni disculpa, las bases podrían caer en el desencanto y ya no se organizarán ni participarán, cancelándose además el debate.
Igualmente, los proyectos de gobierno se limitarán y el pueblo no será más el instrumento que impida que las cosas se sigan decidiendo y legitimando desde las cúpulas de la nueva burocracia dorada de nuestro partido.
Estas actitudes son las que polarizan a la militancia y la apartan de todas las decisiones que nos pueden ayudar a fortalecer nuestra organización.
La democracia interna en todos los ámbitos de la vida política hace posible que nuestro pueblo sea tomado en cuenta no solo para avalar decisiones, sino para convertirlo en el instrumento decisivo en la profundización del segundo piso de la cuarta transformación.
* Jesús Sosa Castro es activista social en la Ciudad de México. Articulista y colaborador en diversos medios impresos y digitales. Fue miembro del Partido Comunista Mexicano y de todas las organizaciones político-electorales que de él se desprendieron.
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