“Yo soy un escéptico; no me interesa la política. Nunca asistí a manifestaciones públicas para defender o impulsar un proyecto o algunas demandas. Fui un obrero que se hizo como resultado de las necesidades de la vida”, me decía el obrero Juan cuando conversábamos en medio de profundas diferencias políticas.
Jesús Sosa Castro* / Edición: 4 Vientos
El escepticismo es una corriente filosófica que desconfía de la verdad y pone en suspenso la posibilidad de conocerla. Esta corriente nació con el pensamiento de Pirrón (360-270 a. C.), que se basó en la duda. En lugar de afirmar, solo opinaba. El espíritu escéptico era una postura de duda frente al mundo (Imagen: Wordpress).
Justificaba aún más su desconfianza:
“No fui a escuelas superiores de ningún tipo y siempre pesó en mí la idea de que las cosas se podían resolver si se daba una correspondencia entre el cumplimiento en el trabajo y el apego a las leyes”.
De repente, en una de nuestras últimas charlas en aquella época, me sorprendió cuando aceptó:
“Después de muchos años reconozco que algo estaba mal en mi pensamiento y en mi quehacer cotidiano”.
Cuando hace días nos volvimos a encontrar, le oí decir que su vida y los hechos que concitaron la pasión y el deseo de hacer posible el crecimiento de los seres humanos, lo llevaron a descubrir la escuela de la dignidad y hacer grandes las esperanzas para avanzar hacia el logro de un cambio social cuyo rostro ya asoma en el México nuevo.
“Todo esto alimentó las venas de mi corazón”, asintió.
Los trabajadores apresuran las muestras de su contento y de una esperanzadora mística que atrapa su satisfacción.
Después de muchos años de incomprensión, siento que, como pueblo, estamos recuperando el entendimiento que traíamos perdido en las entrañas. Yo me quedé patidifuso con estas respuestas.
Cuando ahora escucho estas palabras de mi amigo obrero, he estado a punto de abrazarlo porque, al fin, él y yo coincidimos en un esfuerzo común en donde, al lado de millones de mujeres y hombres, estamos combatiendo al viejo y degradado sistema con plena conciencia de lo que esto significa.
En esencia, la colaboración se trata de un esfuerzo conjunto en el cual dos o más personas se unen con el propósito de alcanzar un objetivo común. En este proceso, cada individuo aporta sus habilidades, conocimientos y esfuerzos para contribuir al logro de esa meta compartida (Imagen: iStock).
A Juan y a mis demás amigos les escribo estas líneas para celebrar sus nuevos sentimientos.
Mis palabras tienen como destinatarios a los millones de obreros, trabajadores y gente del pueblo que han puesto en movimiento sus ideas, sus acciones y su esfuerzo para dotar de sentido humanista, a un proyecto que se ocupa de la gente.
Quiero decirte Juan, amigo mío, que por mucho tiempo no supe estar cerca de ti para aprender juntos las muchas cosas que, en nuestros largos debates, siempre dejaron en mí la idea de que tus posiciones políticas eran parte de un aprendizaje que venía abriéndose paso sin que tú lo supieras.
Te lo digo así, de plano:
Antes no me explicaba los fríos comportamientos entre nosotros. Llegué a creer que nuestras posiciones políticas representaban algo parecido a lo escrito en la “Isla de los Hombres Solos”, pero lo nuestro no era soledad. Era otra cosa.
Por eso hoy ya no me siento triste. Tengo la fuerza que dan las ideas para enfrentar los retos del alma.
Nos faltaba el vigor que solo cuaja cuando al insomnio y a la amargura las convertimos en acción que tiene como única meta lograr la felicidad que ya nos merecemos.
¡Y en eso estamos!
* Jesús Sosa Castro es activista social en la Ciudad de México. Articulista y colaborador en diversos medios de comunicación impresos y digitales. Fue miembro del Partido Comunista Mexicano y de todas las organizaciones político-electorales que de él se desprendieron.
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