“¡Qué haríamos sin esos destellos de la imaginación, casi inverosímiles, que son las utopías!”
Mario Benedetti
La muerte enamorada, como nombra el poeta a esa fatalidad que a todos nos destroza, en un año se llevó a un puñado de lo mejor de la humanidad. Cuatro grandes hombres del mundo de las ideas, del arte y de las bellas letras: Mario Benedetti, Carlos Montemayor, José Saramago y Carlos Monsiváis, escritores que, con palabra poética, construían trincheras para la libertad.
Olga Aragón / 4 Vientos
Aunque es ampliamente conocido por su nombre completo, a Benedetti también se le llamaba “Damocles” (Getty Images).
Mucho extrañamos su inteligencia, su creatividad. Ese arsenal de ideas con el que nos armaban para las batallas de cada día.
Mario, José y los dos Carlos se fueron entre mayo de 2009 y junio de 2010, justo en este tiempo en que la impunidad y la impudicia se ensanchan con el empoderamiento de una ultraderecha de doble rostro que se empeña en hacer retroceder la rueda de la historia.
El poeta uruguayo Mario Benedetti nos abandonó el 17 de mayo de 2009. A los nueve meses, en febrero de 2010, la temprana muerte de Carlos Montemayor nos dejó pasmados.
Aún no salíamos del asombro y el dolor por el adiós del escritor chihuahuense, el más solidario de los intelectuales mexicanos con las causas más nobles de los pueblos del mundo, cuando la guadaña segó de golpe la vida de otros dos enormes escritores: el premio nobel de literatura, el portugués José Saramago, quien falleció el 18 de junio de 2010, y el más grande cronista de México, Carlos Monsiváis, quien expiró al día siguiente.
Algunas culturas indígenas de la Huasteca Mexicana tienen la firme creencia de que cuando una persona muere, se lleva en su viaje a otra dimensión a un alma gemela de compañía.
De ser cierto, Saramago eligió a Monsiváis para re-escribir juntos, en el más allá, “Por mi madre, Bohemios”, el Evangelio de Cristo y La verdadera historia de Caín. ¡Cómo se divertían este par, si en verdad fuese posible, haciendo rabiar las ánimas en pena de clérigos conservadores!
Quizá hasta recordarían, para remachar sus bromas, la ingeniosa frase de Benedetti:
“Yo no sé si Dios existe; pero si existe, sé que no le va a molestar mi duda”.
"Damocles" y su esposa Luz López Alegre: "De vez en cuando la vida nos besa en la boca" (Captura de pantalla en Facebook).
Nacido el 14 de septiembre de 1920 en un pueblo uruguayo al que se le conoce como Paso de los Toros, fue bautizado por sus padres, Brenno y Matilde, con un nombre enorme: Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia.
Por fortuna, para el mundo entero, el breve nombre de Mario Bendetti es suficiente sinónimo de grandeza.
Benedetti, escritor y poeta de la Generación del 45 que dejó una prolífica obra en más de 80 libros -varios de ellos traducidos a más de 20 idiomas-, fue un escritor que dominó todos los géneros literarios: poeta, novelista, ensayista, dramaturgo y cuentista.
Su obra poética, escrita en más de medio siglo, está comprendida en tres grandes libros con el título de “Inventario”.
Se ha dicho que su faceta más elogiada y admirada ha sido, precisamente, la del poeta. Y es cierto. Sin embargo, sus cuentos son únicos; de una belleza insuperable.
He aquí un ejemplo nítido de su talento como cuentista:
Benedetti nació siendo un niño pobre y un lector voraz, un lector loco, ansioso, inteligente, un lector enano que chirriaba a sus propios padres, que llegaron a prohibirle leer más de veinte páginas al día (Foto: El Español).
Historia de fantasmas
Los dos fantasmas, uno azul y otro blanco, se encontraron frente a la caverna consabida. Se saludaron en silencio y avanzaron un buen trecho, sin pisarse las sábanas, cada uno sumido en sus cavilaciones. Era una noche neblinosa, no se distinguían árboles ni muros, pero allá arriba, muy arriba, allá estaba la luna.
- Es curioso- dijo de pronto el fantasma blanco-, es curioso cómo el cuerpo ya no se acuerda de uno. Por suerte, porque cuando se acordaba era para que sufriéramos.
- ¿Sufriste mucho? - preguntó el fantasma azul.
- Bastante. Hasta que perdí la vista, mi cuerpo tenía quemaduras de cigarrillos en la espalda, le faltaban tres dientes que habían sido arrancados sin anestesia, no se había olvidado de cuando le metían la cabeza en una pileta de orines y de mierda, y sobre todo se miraba de vez en cuando sus testículos achicharrados.
- Oh- fue la única sílaba que pronunció o pensó o suspiró el fantasma azul.
- ¿Y vos? - preguntó a su vez el otro- ¿También tu cuerpo te trasmitía sufrimientos?
- No tanto mi cuerpo, sino los de otros.
- ¿De otros? ¿Acaso eras médico?
- No precisamente. Yo era el verdugo.
El fantasma blanco recordó que allá arriba, muy arriba, allá estaba la luna. La miró sólo porque tenía necesidad de encandilarse. Pero la luna no es el sol.
Con una punta de su sábana impoluta se limpió una brizna de odio. Luego se alejó, flotando, blanquísimo en la niebla protectora, en busca de un dios o de la nada.
Fantasma verdugo (Imagen: Desktop Background).
La vida, ese paréntesis
Escrito en 1997, cuando Benedetti estaba a sólo tres años de entrar a la tercera edad, este libro que comprende poemas y pequeñas prosas, como la “Historia de fantasmas”, es uno de los que mejor definen el estilo y talento literario, las convicciones ideológicas, el humanismo y la rebeldía del escritor uruguayo.
Como toda la obra de Benedetti, en este libro el autor va del amor en su expresión más sencilla y cotidiana, a la complejidad del alma y la condición humana.
Irreverente y profundamente humano, Benedetti plantea verdades descarnadas a través de cuestionamientos radicales.
“¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?”,
se pregunta el poeta.
"¿Sólo grafiti? ¿Rock? ¿Escepticismo?
También les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros".
"Él no sabía poemas de memoria, ni suyos ni de otros, y vi que muchos chicos movían los labios al tiempo que Mario leía. Se conocían sus versos de memoria. Estaban diciéndolos en una especie de comunión, para mí emocionante. Creo que está muy vivo y eso es precisamente porque las nuevas generaciones lo aman. Y las viejas también. Eso es lo bueno": Hortensia Campanella, presidenta de la Fundación Benedetti (Foto: Agencia EFE).
El canto y el poema
Gracias a Mario Benedetti, muchísima gente empezó a leer poesía. Benedetti fue quizá el poeta más reconocido en vida en el mundo de habla hispana.
La obra del escritor uruguayo trascendió las fronteras de su país y de su continente.
Gracias, también, a que sus poemas han sido convertidos en canciones. Es de los poetas más cantados.
Joan Manuel Serrat musicalizó, en 1985, varios poemas de Mario Benedetti en el disco “El sur también existe”.
Otro éxito fue el disco de Tania Libertad, “La vida, ese paréntesis”, grabado con la colaboración del propio Bendetti en 1997.
El Sur también existe, aunque a veces esté de cabeza (Imagen: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).
Poeta del compromiso y la congruencia
Benedetti provenía de una familia humilde y trabajó desde muy joven. A los catorce años ya era empleado de una empresa automotriz.
Cuando tenía 25 inició una larga carrera de escritor que desarrollaría en diversos periódicos y revistas, como el semanario Marcha, Marginalia, Número, La Mañana y la revista de humorismo Peloduro, entre muchas otras.
En marzo de 1946 contrajo matrimonio con Luz López Alegre, quien sería el gran amor de vida. Dijo al respecto: “De vez en cuando la vida nos besa en la boca”.
Un año antes se había integrado al equipo de redacción del semanario Marcha, donde permaneció hasta 1974, cuando fue clausurado por el gobierno de Juan María Bordaberry, después del golpe militar al Uruguay.
Benedetti fue un militante activo de la izquierda. En 1949, a la vez que participaba en el consejo de redacción de Número, una revista literaria de gran prestigio, participaba también en el movimiento contra el Tratado Militar con los Estados Unidos. Y ese mismo año publicó su primera compilación de cuentos “Esta mañana”.
En 1968 fue fundador del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, institución que dirigió hasta 1971.
Junto a miembros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros fundó el Movimiento de Independientes 26 de marzo, y en representación de esta organización formó parte de la Mesa Ejecutiva del Frente Amplio desde 1971 a 1973.
Tras el golpe de estado en su país -1973-, el poeta se vio obligado a abandonar su patria, sin su esposa. Estuvo exiliado en Argentina, Perú, Cuba y España.
Benedetti logra regresar a Uruguay hasta marzo de 1993, iniciando el autodenominado período de desexilio, tema esencial de muchas de sus obras.
"Fue un escritor muy directo que no hacía grandes artilugios literarios en cuanto al estilo y, entonces, tiene una prosa en el ámbito de los relatos muy diáfana, muy comprensible y al mismo tiempo una gran profundidad para captar los sentimientos y los problemas humanos": José Miguel Onaindia, gestor cultural y ex director del Instituto Nacional de Artes Escénicas de Uruguay (Imagen: Agencia EFE).
Asimismo, a lo largo de su vida, Mario Benedetti acumuló prestigiados galardones en reconocimiento a su obra literaria.
Entre otras preseas, le fue otorgado en 1996 el Premio Morosoli de Plata de Literatura; en 1997 El Premio León Felipe, en mención a sus valores cívicos. En 1999 fue galardonado con el VIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. En 2001 se le concedió el Primer Premio Iberoamericano José Martí. En 2004 el Premio Etnosur y un año después el XIX Premio Internacional Menéndez Pelayo.
En 2007 recibió la "Condecoración Francisco de Miranda", la más alta distinción que otorga el gobierno de Venezuela por el aporte a la ciencia, la educación y al progreso de los pueblos.
Benedetti fue distinguido por el Estado de Chile con la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral.
También fue investido con el título Doctor Honoris Causa por diversas instituciones educativas, como la Universidad de Alicante, la Universidad de Valladolid y la Universidad de La Habana.
En mayo de 2007, cuando trascendió la noticia sobre la muerte del poeta uruguayo, no hubo rincón del mundo que no se conmoviera. Sus poemas se escucharon en diversos idiomas.
José Saramago, escribió sobre su amigo uruguayo:
“Murió Mario Benedetti en Montevideo y el planeta se hizo pequeño para albergar la emoción de las personas. De súbito los libros se abrieron y comenzaron a expandirse en versos, versos de despedida, versos de militancia, versos de amor, las constantes de la vida de Benedetti, junto a su patria y sus amigos…”
Unos meses después, la muerte nos arrebataría a Saramago, ahondando nuestra dolorosa orfandad.
Mario y José Saramago, pilares de la ilustración hispanoamericana (Foto: Fundación Saramago).
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