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INFORMACIÓN: Copérnico, a 481 años de su muerte, aún es sinónimo de "Revolución"

"Es posible que las cosas que estoy diciendo ahora sean oscuras, pero se aclararán en el lugar que les corresponde".

Copérnico.


En el siglo XVI, el científico polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) desafió la visión geocéntrica del universo que sostenía la Iglesia Católica. Su teoría heliocéntrica, que afirmaba que la Tierra giraba alrededor del sol, fue considerada herética y generó un conflicto entre la ciencia y la religión.

 

4 Vientos



Nicolás Copérnico elaborando su modelo heliocéntrico junto a una esfera armilar. Esta litografía fue realizada por Jean-Leon Huens (Imagen: astrosigma.com).


En el siglo XVI, la alta jerarquía católica tenía un gran poder y controlaba la mayoría de los aspectos de la vida de las personas. La teoría geocéntrica, que afirmaba que la Tierra era el centro del universo, era ampliamente aceptada y respaldada por la Iglesia.


Fue en este contexto que Copérnico presentó su revolucionaria y desafiante teoría heliocéntrica, que se basaba en observaciones astronómicas detalladas y en un enfoque matemático riguroso.


Utilizando datos recopilados durante años, demostró que su modelo era más preciso. Su trabajo fue publicado en su obra maestra, «De revolutionibus orbium coelestium» (Sobre las revoluciones de las esferas celestes), en 1543, poco antes de su muerte ocurrida el 24 de mayo de 1543 por un derrame cerebral.


El impacto de la teoría heliocéntrica fue inmenso. Desafió la visión tradicional del mundo y planteó preguntas sobre el lugar de la humanidad en el universo. Además, cuestionó la autoridad de la Iglesia y su interpretación de la Biblia.


De hecho, la Iglesia, temerosa de perder su poder y autoridad, reaccionó con hostilidad hacia la teoría de Copérnico. Y es que, según la Biblia, la Tierra era el centro del universo y cualquier afirmación contraria era considerada herejía, por lo que comenzó a perseguir a aquellos que apoyaban la teoría de Copérnico y prohibió su enseñanza y difusión.


Sin embargo, a pesar de la oposición de la Iglesia, la teoría heliocéntrica continuó ganando apoyo entre los científicos y pensadores de la época.


La evidencia empírica y los avances en la observación astronómica respaldaban cada vez más la teoría; pero el conflicto entre la ciencia y la religión se intensificó y se prolongó durante siglos hasta sentar las bases para futuros debates y contribuyó al avance del conocimiento humano.


La Iglesia Católica se basaba en la interpretación literal de la Biblia, específicamente en pasajes como el libro de Génesis, donde se mencionaba que dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y colocó la Tierra como el centro del universo.



La Tierra, centro de todo, al igual que "el Hombre"; la idea impuesta por las religiones concéntricas hebrea, cristiana y musulmana (Imagen: iStock).



Los principales argumentos religiosos en contra de la teoría de Copérnico, postulados por los esbirros de la Santa Inquisición, eran los siguientes:


1.- La Biblia como palabra de Dios: La Iglesia sostenía que la Biblia era la palabra divina y que cualquier afirmación que contradiga su contenido era falsa. Según la interpretación literal de la Biblia, la Tierra era el centro del universo y no podía ser de otra manera.


2.- La infalibilidad papal: La Iglesia afirmaba que el Papa era infalible en cuestiones de fe y moral, por lo que cualquier afirmación contraria a la cosmovisión establecida por la Iglesia era considerada una herejía y una amenaza a la autoridad papal.


3.- El orden divino: La Iglesia sostenía que Dios había establecido un orden divino en el universo, donde la Tierra ocupaba un lugar central y el Sol y los demás planetas giraban a su alrededor. La teoría de Copérnico subvertía este orden y, por lo tanto, era considerada una afrenta a la voluntad divina.


Además, otros detractores, incluidos teólogos protestantes, se opusieron a su teoría también debido a razones bíblicas, y la Iglesia Católica terminó colocando su obra en la lista de “libros prohibidos”, en 1616.


No obstante, Copérnico nunca renunció a su teoría, como años después tuvo que hacerlo Galileo Galilei para salvar su vida, a diferencia de Giordano Bruno, quien el 17 de febrero de 1600 fue quemado en la hoguera por seguir, enseñar y no renunciar a las ideas de Copérnico, con lo que, a pesar de las controversias, allanó el camino a futuros astrónomos como Brahe, Kepler, Newton e incluso el mismo Galileo, en la búsqueda refinada y progresista de nuestra comprensión del cosmos.


En este punto, es de justicia mencionar que antes de Copérnico hubo al menos dos personajes griegos que construyeron una parte del camino que llevó a la concepción e integración de su teoría.


El segundo fue Aristarco de Samos (c. 310 - c. 230 a.C.), un astrónomo griego que propuso un modelo heliocéntrico del universo en el que el sol, y no la tierra, era el centro. Aunque otros pensadores de su época tomaron nota de su teoría, fue rechazada “por inverosímil” y el modelo geocéntrico se mantuvo durante 1700 años.


Años antes, en su intento de definir la Causa Primera de la Existencia, la astronomía en la antigua Grecia se desarrolló a partir del trabajo de los filósofos presocráticos que propusieron una visión no teísta del universo.



“A la correlación, semejanza, adecuación e identidad con el infinito no te acercas más con ser hombre; que con ser hormiga, [con ser] estrella en vez de hombre; no te acercas más a ese ser siendo sol o luna que hombre u hormiga; y por tanto en el infinito [todas] estas cosas son indistintas”: Giordano Bruno, De la causa, principio y uno (Imagen: La Izquierda Diario).



Sus investigaciones los llevaron a la especulación astronómica para intentar determinar la naturaleza y la posición de la Tierra.


En esta época, la Tierra se entendía como el centro del universo con el Sol, la Luna y los planetas girando a su alrededor


Surge aquí el primer predecesor de Copérnico: Filolao de Crotona (470 a 385 a.C.), filósofo pitagórico, quien rechazó ese modelo y propuso una visión pirocéntrica en la que la Tierra, y todos los demás planetas, giraban alrededor de “un fuego central”.


Los puntos de vista de Filolao fueron rechazados, sobre todo por Aristóteles (384-322 a.C.), pero es muy posible que sugiriera el modelo heliocéntrico a Aristarco.


Las obras de Aristarco ya no se conservan, salvo su obra “Sobre los tamaños y las distancias del Sol y la Luna”, pero su modelo heliocéntrico fue conservado por el posterior matemático e ingeniero Arquímedes de Siracusa (287-212 a.C.) en su obra “El contador de arena”.


Arquímedes quería saber cuántos granos de arena llenarían el universo y, para calcularlo, necesitaba saber qué tamaño tenía el universo. Al relatar sus cálculos, menciona a Aristarco, quien creía que el universo era mucho más grande de lo que generalmente aceptaban los contemporáneos de Arquímedes:


“Usted, rey Gelón, sabe que el ‘universo’ es el nombre que la mayoría de los astrónomos dan a la esfera cuyo centro es el centro de la Tierra y cuyo radio es igual a la línea recta entre el centro del Sol y el centro de la Tierra. Este es el relato común que han escuchado los astrónomos. Pero Aristarco ha sacado un libro que consiste en ciertas hipótesis, en las que parece, como consecuencia de las suposiciones hechas, que el universo es muchas veces mayor que el ‘universo’ que acabamos de mencionar. Sus hipótesis son que las estrellas fijas y el Sol permanecen inmóviles, que la Tierra gira alrededor del Sol en la circunferencia de un círculo, estando el Sol en el centro de la órbita, y que la esfera de estrellas fijas, situada alrededor del mismo centro que el Sol, es tan grande que el círculo en el que supone que gira la Tierra guarda tal proporción con la distancia de las estrellas fijas como el centro de la esfera con su superficie”.





Es posible que Aristarco llegara a estas conclusiones a través de los cálculos que realizó en su obra anterior, pero es posible que lo sugiriera la visión de Filolao, en la que el fuego central se situaba en el centro del universo y diez planetas giraban a su alrededor -ya que Filolao concebía la Luna, el Sol y las estrellas fijas como "planetas"- en el siguiente orden:


La contra tierra (que nunca se explica ni se define), la Tierra, la Luna, el Sol, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno y las estrellas fijas.


Lo cierto es que Filolao tuvo el enorme mérito de ser el primer pensador griego conocido en plantear un Sistema Solar no geocéntrico.


Según su esquema, el planeta Tierra gira en una órbita circular. Explicó el movimiento diurno de la Tierra en base al giro en torno a un punto central fijo en el espacio.


Para Filolao el cosmos está formado por un fuego central, llamado Hestia (H), y nueve cuerpos que giran a su alrededor: Antichton, o la anti-tierra, la Tierra, la Luna, el Sol (esfera de cristal que refleja el fuego central), los cinco planetas observables y la esfera de las estrellas fijas (o sea, la bóveda celeste que engloba los astros anteriores).


La anti-tierra o contratierra, una antítesis de nuestro planeta, se movía también alrededor de ese fuego central y a la misma velocidad que la tierra, y es por ello que no era posible verla, porque permanecía siempre al otro lado del Sol.


Probablemente la apelación a la Antitierra fue influenciada por el requisito formal de plantear que la suma fuera de 10 (diez) cuerpos celestes, el número considerado perfecto para la escuela pitagórica.


Aunque este sistema no es correcto y está inspirado por el idealismo matemático, tuvo el enorme mérito de poner la Tierra en movimiento y colocarla dentro del esquema celeste, lo cual implica la revolucionaria idea de borrar, físicamente, la distinción de categorías entre el Cielo y la Tierra.





Se desconoce si la visión de Aristarco se ajustaba a la de Filolao, pero según el pasaje de Arquímedes, la posición de las estrellas fijas coincide con la del modelo del filósofo Filolao.


El modelo fue rechazado no porque se consideraba "inadecuado" para explicar los fenómenos observables relativos a las estrellas, el Sol, la Luna y los planetas, sino, esencialmente, porque desafiaba la visión aceptada del tamaño del universo y la posición única de la Tierra en su centro.


Así, el modelo geocéntrico, que sitúa a la Tierra en el centro del universo y que fue propuesto por Hiparco de Nicea (190-120 a.C.), considerado el mayor astrónomo de su época, y consolidado por Claudio Ptolomeo (100-170 d. C.), se siguió utilizando hasta que fue cuestionado por los trabajos de Nicolás Copérnico y luego por otros.


El modelo heliocéntrico no fue ampliamente aceptado hasta que Sir Isaac Newton (1642-1727) lo demostró matemáticamente y las conclusiones de Aristarco se validaron.


Hasta ahora, ningún papa católico ha pedido públicamente una disculpa por la condena de herejía que injusta y autoritariamente impuso, en 1616, a un ya muerto Copérnico.


Y fue hasta el año 1822 que levantó la prohibición a la lectura o posesión de la obra “Revoluciones de las esferas celestes” del insigne y auténticamente revolucionario astrónomo polaco.


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