La crisis política y económica causada por las amenazas el segundo periodo del presidente de los EE UU, Donald Trump, nubla el panorama de crisis y riesgos ambientales que nos aquejan y no podemos descuidar. Si no las controlamos o eliminamos, regresarán con más fuerza porque ya sabíamos de qué se trata y nada hicimos
Horacio de la Cueva* / Edición: 4 Vientos

Sabemos que las vacunas son preparaciones biológicas con las cuales adquirimos inmunidad contra enfermedades infecciosas como Influenza, COVID, SIDA o enfermedades malignas como cáncer.
Conocemos que las vacunas son el descubrimiento médico que más vidas han salvado y salvarán. Como ejemplo, la poliomelitis ha sido casi eliminada gracias a los programas mundiales de vacunación infantil que salvan la vida de muchos niños inmunizados.
Comprendemos que, si no mantenemos la continuidad del programa de aplicación de la vacunación contra la polio, esta enfermedad regresará para mermar la vida de millones de personas.
Aprendimos que la vacunas no causan autismo, por lo que los autores del único artículo que los asociaban retrajeron los resultados.
Sabemos que Robert F. Kennedy Jr. no “cree” en las vacunas, pero que sí vacunó a sus hijos. Ahora, al ser aprobado como secretario de Salud de los Estados Unidos, promete ir contra las campañas de vacunación.
Estamos al tanto de que otras personas en el resto del mundo que son igualmente ignorantes que Kennedy, seguirán su ejemplo y que la Organización Mundial de la Salud (OMS), principal promotora del desarrollo y aplicación de las vacunas. perderá el apoyo de los EE UU, con lo que se condenará a muerte, o a una vida limitada físicamente, a millones de personas.
Asimilamos que los ecosistemas mediterráneos, como en el que vivimos en el noroeste de Baja California, son secos en verano y lluviosos en invierno, condiciones climáticas que no ayudan a la descomposición de la materia muerta por hongos y bacterias.

Conocemos que la forma principal de descomposición en estos ecosistemas es el fuego y que la supresión de los incendios naturales causa la acumulación de material inflamable junto con la sequía derivada del cambio climático y los vientos de Santa Ana extraordinarios, lo que causa la devastación de áreas icónicas de Los Ángeles y fuegos mucho menores en Baja California.
Igualmente asumimos que tenemos que dejar ser al ecosistema; es decir, ¡que se incendie cuando deba! ¡Mantengámonos una distancia sana de su esencia ignífera!
Conocemos de hambre y hambrunas en todo el planeta. Sabemos que el ganado vacuno puede crear la carne de su cuerpo a partir de pastos y que las leguminosas—los frijoles, incluyendo la soya— contienen los aminoácidos y proteínas necesarios en la dieta humana.
Aprendimos que estos granos alimentan, innecesariamente, al ganado vacuno y que con la producción mundial de granos podemos nutrir a toda la humanidad, pero un problema de distribución de la riqueza y de patrones de consumo lo impide.
No ignoramos que consumir carne es una forma de demostrar “riqueza”, al igual que sabemos que, durante su digestión, el ganado vacuno produce gas metano que aumenta el efecto invernadero en la atmósfera cuando menos 28 veces más que el CO2.
Y llegamos a la conclusión razonada de que podemos vivir consumiendo menos carne, de preferencia de vacas alimentadas con pastos.
Aprendimos que la “Revolución Verde” fue un experimento de selección artificial para crear trigos, arroces y maíces de más alto rendimiento, pero requieren fertilizantes, plaguicidas e irrigación de manera continua.
La imposición al mundo de John Davison Rockefeller, su famililia y los oligopolios. Video en Youtube, canal Raíz de Monte.
Así supimos que los costos de la tecnología y producción asociados a la revolución verde excluyeron de sus beneficios a muchos campesinos y no resolvieron los problemas de hambre en el mundo.
Concluimos que las industrias globales de productos agrícolas, alimento, fertilizantes y pesticidas están creando monopolios mundiales para maximizar sus ganancias y que éstas no necesariamente proveen de alimentos nutritivos y baratos a todo el mundo.
Estamos informados de que su última herramienta de control de mercado son los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), los cuales son el resultado de una nueva forma de selección artificial en la que se manipulan genes transfiriéndolos de un organismo a otro.
Con ello se han atribuido el derecho a patentar estos organismos para garantizar sus ganancias y monopolios, pero hoy aseguramos con certeza científica que los genes son producto de la selección natural y que esta no da o exige patentes.
Pero los oligopolios tienen patente de corso para imponer esta evolución a la humanidad y al planeta para su muy particular beneficio.
Sabemos que no se deben liberar OGM en los países de origen de semillas como México, en donde se planta sin control maíz genéticamente modificado simplemente porque así lo ordenan sus dueños, a quienes no les importa polinizar al maíz criollo con sus productos para luego pasar la factura a las víctimas de sus criminales acciones.
Pero protejamos e impulsemos esta certeza: Cultivar maíz sin organismos genéticamente modificados no es un crimen.
* Horacio de la Cueva Salcedo es doctor en Filosofía (Zoología) por la University of British Columbia, Canadá. Es también investigador titular del Departamento de Biología de la Conservación en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese). Especialista en biomecánica, conservación de especies y ecosistemas. Asimismo, es divulgador de la ciencia y colaborador de 4V.
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