Calor ambiental, oxígeno y material combustible constituyen el triángulo del fuego. Si a la ecuación se suman fenómenos naturales como sequías, Vientos Santa Ana y un evento meteorológico de La Niña, el resultado puede ser tan desolador como los recientes incendios en Los Ángeles, California –los más devastadores– y los registrados en Ensenada y Tecate, Baja California.
Todos@Cicese / Edición: 4 Vientos
Imagen: Cortesía Cicese.
Desde el 7 de enero, la imagen de satélite (imagen del vórtice polar, arriba) marca el contraste.
El lado azul muestra la entrada del vórtice polar hacia el trópico congelando los estados del centro y este del continente americano. El lado rojo ilustra el oeste, donde los vientos se desplazan del continente hacia el Pacífico generando una alta presión, cielos soleados y vientos Santa Ana muy intensos en California y el norte de Baja California.
Así lo explica la doctora María Tereza Cavazos Pérez, investigadora del Departamento de Oceanografía Física del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE), al referirse a las actuales condiciones climáticas transfronterizas californianas marcadas por el fenómeno climático La Niña.
“Siempre hay variabilidad, pero ahora estamos frente a una Niña canónica, típica, que se caracteriza por una corriente en chorro más al norte de lo normal; tenemos una alta presión dominando el Pacífico Norte y por lo tanto poca o nada de lluvia en el noroeste de México y California.”
El pronóstico de largo plazo -continúa la investigadora- es que el invierno podría seguir así: seco.
Un evento Niña puede durar un año o más. Éste tardó en llegar (estaba pronosticado desde mediados de 2024), pero ya se estableció; lo vemos en las anomalías negativas de las temperaturas superficiales del océano a lo largo del Ecuador.
La alta presión que vemos en la figura -continúa Tereza Cavazos- significa que los vientos vienen del continente hacia el Pacífico, en dirección de las manecillas del reloj.
La doctora Tere Cavazos (Imagen: Cortesía CICESE).
El viento baja de las montañas con alta velocidad, se comprime y se calienta. Por eso hemos tenido días soleados durante todo enero en Baja California, prácticamente desde antes de fin de año, y no ha llovido.
“Estamos en un fenómeno Niña, con anomalías de temperatura del aire mucho más cálidas de lo normal. Desde noviembre se registraron, pero a medida que entró el invierno, observamos que la corriente en chorro del Pacífico, que sale de Asia, se intensificó al pasar sobre una zona de calentamiento en el Pacífico Norte; y con la alta presión del Pacífico, la corriente migró mucho más al norte, cerca de Alaska”
(María Tereza Cavazos / Cicese).
La corriente en chorro que en invierno pasa típicamente cerca de la frontera de México y Estados Unidos favorece que haya lluvias en años Niño o Neutrales. Sin embargo, en años Niña, como éste, la corriente en chorro se mueve más hacia el norte.
“Estamos bajo una alta presión desde el verano, pero ahora mucho más intensa; por eso tenemos un invierno seco, sin lluvia”.
El problema crece, explica la especialista en temas climáticos, porque un invierno seco con condición Santa Ana incrementa el riesgo de fuego forestal.
Hay que estar alertas de los pronósticos y conminar a la población a no tirar colillas de cigarros ni quemar basura, así como tampoco prender fogatas porque la vegetación está muy seca y cualquier incidente puede derivar en un incendio.
“Ya lo hemos visto en Maneadero, Ojos Negros, El Tigre y Tecate porque Baja California, sobre todo la zona fronteriza, está en una zona de riesgo de incendios”.
Los efectos de La Niña y el cambio climático mundial impactan este invierno de manera muy significativa las costas de Pacífico norte del continente, entre ellos el corredor costero bajacaliforniano donde se ubica la bahía de Ensenada, aquí en la gráfica del CICESE.
En esta época del año, con condiciones de sequía los incendios forestales generados intencional o accidentalmente, resultan tan catastróficos como los que hemos visto en Los Ángeles.
Y a nivel internacional, los incendios de fines de 2019 en Australia fueron los primeros de gran magnitud registrados en este siglo.
Después hubo otros en Canadá, recuerda Tereza Cavazos, pero los recientes de Los Ángeles han sido los más grandes registrados en una zona tan urbanizada.
“California tiene recursos, tecnologías y acciones para enfrentar el cambio climático. Se sabe que hay riesgo de incendios, construcciones en zonas forestales y con material flamable como madera. Si ellos no tuvieron la capacidad humana y tecnológica para controlarlos, ¿qué nos queda a nosotros?”
(María Tereza Cavazos / Cicese).
La investigadora subraya la diferencia entre fenómenos naturales y desastres construidos, destacando que un fenómeno natural (sismos, huracanes, etcétera) puede generar un desastre social.
“Los desastres se construyen por la forma en que nos hemos desarrollado. Por ejemplo, el huracán Otis provocó muchas inundaciones y éstas sucedieron en parte por la destrucción de manglares que eran una barrera natural, una zona de amortiguamiento, y lo mismo sucede en otras ciudades”.
Por eso, fenómenos naturales como La Niña, aunados al calentamiento global y al derretimiento del hielo en el Ártico, aumentan el riesgo de que ocurran eventos extremos e impactos graves a escala continental como los recientes incendios en el oeste del continente y heladas intensas al este, porque la corriente en chorro polar o vórtice polar es más ondulante, explica Cavazos.
Durante La Niña, la presión sobre el Pacífico ecuatorial es alta, creando condiciones estables y menos nubes. Estos cambios de presión se traducen en circulación global, afectando el clima estacional en ambos hemisferios del Continente (Imágenes: Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA).
La experta recuerda, por otro lado, que la Organización Meteorológica Mundial ha confirmado que 2024 es el año más cálido registrado con alrededor de 1.55 grados por encima del nivel preindustrial.
“Con calentamiento global se espera una mayor variabilidad: puedes tener un año bien caliente y el siguiente muy frío, o una zona caliente y otra fría del lado opuesto del continente, como este invierno”.
Eso genera patrones dipolares que ofrecen días muy soleados en unos lugares, mientras que en otros hace mucho frío.
“Es lo que hemos visto en este inicio de año: ha estado sorprendentemente soleado en el Pacífico, desde California hasta Baja California, y súper frío con tormentas de nieve en el centro y este de Estados Unidos, mientras que en nuestro país el estado de Chihuahua registró, el 11 de enero, menos 23 grados centígrados, la temperatura más fría desde 1967”.
Estamos viendo estos contrastes espaciales. Lo mismo observamos con las olas de calor en la primavera del año pasado; estuvo muy caliente en el centro y este de México, mientras que en Baja California estábamos cómodamente frescos. Teníamos ese contraste entre el Pacífico y el Golfo de México.
Frente a la posibilidad de que se intensifique la frecuencia de eventos extremos y aumente el riesgo de impactos negativos, Cavazos recomienda por último tomar precauciones, estar pendientes de los pronósticos y cuidar nuestro ambiente porque acciones no intencionales como un cerillazo o una brasa que quedó de un pequeño fuego, pueden ser fatales y generar un desastre.
“Recordemos que estamos frente a un fenómeno climático de Niña típica: bajas temperaturas, poca o nula lluvia, fuertes sequías. Y el invierno seco con vientos Santa Ana incrementa el riesgo de incendios forestales”.
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