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INVESTIGACIÓN: ¿Qué ocurre en el cuerpo del toro antes de morir en el ruedo? 20 minutos de martirio y dolor

A comienzos de febrero de 2024, un tribunal colegiado revocó la suspensión provisional de las corridas de toros en Ciudad de México, Con ello, el "espectáculo" puede continuar en la plaza más grande del mundo.


Yersain Ely Keller de la Rosa* / The Conversation / Edición 4V



El estúpido regreso de las corridas de toros en Ciudad de México, ¡aberrante! (Imagen en AnimaNaturalis).



Esto reanimó un antiguo debate sostenido entre dos bandos: por un lado, quienes defienden la "tradición" y, del otro, quienes señalan la crueldad animal.


Durante 20 minutos el toro es sometido a un acto de tortura, equiparable a cualquier otro caso de martirio, ya que implica infringir intencionalmente sufrimiento extremo y prolongado a un ser sensible e indefenso, sin su consentimiento.


El proceso de la lidia genera indignación, al tratarse de una práctica abusiva que concluye con la muerte lenta de un animal que permanece siempre consciente de lo que ocurre a su alrededor.


Las corridas, con desenlace fatal para los toros, aun son permitidas en parte de España, México, Francia, Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador. A pesar de que algunos amantes de la "fiesta brava" aun sostienen que los toros no sufren, la evidencia muestra que los animales se exponen a factores estresantes físicos, psicológicos y ambientales.


UNA MUERTE LENTA


La lidia se divide en tercios: de varas, de banderillas y de muleta. Con una duración total aproximada de 20 minutos. Durante estos tres episodios se inflige daño físico al toro sistemáticamente.


En el primero, una puya produce una lesión en los músculos responsables del movimiento de la cabeza. Esta lesión limita el rango de movimiento del animal: ya no puede levantar la cabeza con normalidad lo que reduce su capacidad de ver, escuchar y olfatear.


Además, la herida puede provocar la pérdida de hasta el 18% del volumen de la sangre. Como consecuencia, hay un nivel de oxígeno celular inadecuado para satisfacer sus demandas metabólicas. Otro efecto de esto es la deshidratación.



Listos para iniciar el lento asesinato del toro: dos puyeros esperan ejercer su papel en la "fiesta brava" (Captura de pantalla en Youtube).



En el segundo tercio, al toro se le clavan seis banderillas en los hombros y/o la joroba. Estas armas están diseñadas para asegurarse de que la púa permanezca en su lugar. Es decir, mientras más se mueva el toro, más dolor causa, ya que se desgarran los músculos, Así, agravan el daño muscular, hacen las heridas más amplias y aumenta la hemorragia.


En el último escenario, el matador clava su espada curva, de 80 centímetros de largo y doble filo, buscando llegar al corazón del animal. Sin embargo, normalmente la espada causa lesiones en los pulmones y bronquios. Si ello sucede, una parte de la sangre puede entrar a las vías respiratorias y ahogar al toro.


También puede lesionar la tráquea y producir sangrado del hocico. Y si la lesión es más grave, es posible que el toro muera por hemorragia.


Si llegado este momento el daño físico no es suficiente y el toro sigue vivo, se procede a la "puntilla" o "descabello". Esto es, se introduce un cuchillo entre la primera y segunda vértebras cervicales, seccionando la médula espinal, de modo que el toro cae con sus extremidades extendidas; pero aun así el animal puede estar consciente, mover la cabeza y los ojos: solo al afectar el bulbo raquídeo y producir un paro respiratorio se lograría matarlo directamente.


Ya sea que el toro muera por asfixia o desangramiento, éste estará en un estado totalmente consciente, puesto que la corteza cerebral y el tronco encefálico permanecen intactos.


MAS QUE DOLOR FÍSICO


Estar en la plaza y ser lidiado produce miedo y ansiedad en el toro: está sometido a un nivel de estrés severo, agudo y continuo. Es más, el transporte del campo a la plaza es un estímulo estresante.


A lo que suma la angustia de permanecer aislados y dejados en corrales durante horas o días hasta el momento que son introducidos al ruedo. El cambio en el entorno físico y el contraste entre el aislamiento y el ruido de la plaza inquietan al bovino.



Las segundas armas asesinas: diseño especial para herir, desgarrar y sangrar aún más al animal con el beneplácito del sadismo público (Foto: pixels.com).



Durante la lidia, el cuerpo del toro libera hormonas y neurotransmisores, tales como el cortisol, adrenalina y noradrenalina.


El primero, conocido como la "hormona del estrés", aumenta y mantiene altos los niveles de glucosa en la sangre para suplir de energía al organismo que se encuentra en un estado de angustia aguda o crónica. Las segundas producen, entre otras cosas, un aumento de la frecuencia cardiaca, hipertensión, hiperventilación y taquicardia.


Algunos estudios, aunque discutidos, han sugerido que los toros secretan grandes cantidades de opioides (endorfinas y encefalinas) durante la lidia. Esto ayudaría a modular las respuestas al dolor; sin embargo, solo atenuarían el dolor, no lo suprimirían. Además, de acuerdo con otro reporte los opioides son poco efectivos para atenuar y controlar el dolor en los bovinos.


Otras investigaciones científicas han confirmado que los toros exhiben comportamientos indicativos de angustia como: balanceo de la cola, respiración con la boca abierta y renuencia a moverse. Estas conductas evidencian que los toros sufren en la plaza.


Un informe de 2017 de la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial de Ciudad de México (PAOT) sostiene que los toros experimentan sufrimiento definido como "la combinación de sentimientos desagradables, severos y prolongados, asociados con el dolor físico o emocional, o cuando el individuo no consigue adaptarse a las circunstancias de su entorno".


Análisis realizados a los toros después de la lidia han mostrado un desequilibrio del PH en la sangre, con valores menores a los fisiológicos (acidosis). Esto curre por la actividad física y la acumulación de ácido láctico que produce fatiga muscular.


La acidosis en los toros también puede producir daño y rigidez muscular, caídas intermitentes y respiración con mayor rapidez y profundidad.



El ataque final: la puntilla, o descabello (Foto: JM García / ShutterStock).



LA CULTURA NO ES EXCUSA


La tradición no puede ser justificación para estos eventos. No todas las tradiciones antiguas deben preservarse. Aun menos las que se basan en la opresión o la violencia contra seres vivos; por ejemplo, la mutilación genital femenina o los matrimonios infantiles forzados.


La evidencia muestra que los toros sufren dolor, angustia, miedo y que son conscientes de su entorno, incluida su propia muerte.


¿Podemos así seguir aprobando el abuso animal en nombre de la cultura o el entretenimiento?

Se ha dicho que la vida de los toros es mejor que la de muchos animales criados para consumo humano.


"Me parece que la vida de los toros y hasta su cuarto de hora final de batalla dolorosa sería envidiada por muchos de los animales que están a nuestro servicio...", escribe Fernando Savater en Tauroética.

Esto, más que una reivindicación de la tauromaquia señala otro problema que necesita atención moral: la industria cárnica.


Aun así, ¿podemos estar a favor de la tortura de un ser sintiente por el supuesto hecho de haber disfrutado "una buena vida"?



Entonces, muy de vez en cuando, los papeles se voltean. Y el cantaor estalla, indignado: "¡Toro toro asesino, ojalá te lleve el diablo!" (Foto: Gustavo Cuevas / Periódico Vanguardia).



* Yersain de la Rosa es biólogo, maestro en Ciencias Bioquímicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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