Hoy que están ausentes mi esposa y mi hijo, la soledad de Yari y la mía se está convirtiendo en una cercanía inexplicable.
Jesús Sosa Castro* / Edición 4 Vientos
Imagen: Dreastime.
Por muchos años siendo un niño campesino, a mi lado siempre había varios perros.
Como yo, vivían y sufrían en el campo. Sólo el silencio de las noches y el parpadeo de las estrellas, nos hacían menos difícil nuestra soledad.
En esos lejanos tiempos no comprendí por qué los perros siempre andaban conmigo o con mi padre. Cuando salíamos de casa a roturar la tierra para echar en ella la simiente que más tarde se convertiría en el sustento familiar, nuestros acompañantes eran nuestros perros.
Ni mi padre ni yo nos preguntamos en alguna ocasión si estos nobles animales habían recibido algún alimento. ¡Pasábamos por alto estos importantes detalles!
Hoy que estamos solos, ni Yari ni yo tenemos apetito. ¡Estamos tristes y solos!
Cuando lo saco a caminar me mira a los ojos como reclamando la ausencia de Canek o de Carmen. Con cualquiera de ellos siempre expresa anticipadamente su felicidad.
Los perros son seres no sólo leales sino agradecidos y por eso muchos de ellos están dispuestos a hacer cualquier cosa por sus dueños. Para la mayoría de estos peludos sus humanos son una especie de ídolos y no sólo disfrutan acompañarlos durante todo el día, sino que llegan a imitar muchas de sus actitudes y labores (Captura de pantalla en Youtube).
Reconozco su nobleza y su cariño. Nuestra cercanía se está llenando de algo extraño. Cruzamos nuestras miradas y algo va en ellas que estremecen nuestra relación.
A muchos años de distancia han cambiado mis comportamientos campesinos. En la vida de Yari estoy reivindicando la falta de respeto y de cariño que les negué a mis perros cuando vivíamos en el campo.
Hoy, ya viejo y cerrando mi ciclo, trato de mostrar lo que es la soledad y la nostalgia.
Seguramente muchos no lo van a entender porque no han tenido un perro en su casa.
Ojalá que la vida de Yari, ese perro que tanto quiero, no termine con él muerto de viejo y en la calle.
Espero que el ser humano, en un rasgo de justicia y de reconocimiento, no permita que nadie, incluidos los animales, mueran de hambre o de frío.
¡Nadie debe sufrir ni llorar su soledad, o su hambre!
* Jesús Sosa Castro es un activista social de la Ciudad de México. Articulista y colaborador en diversos medios impresos y digitales. Fue miembro del Partido Comunista Mexicano y de todas las organizaciones político-electorales que de él se desprendieron.
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