Es una sensación ineludible, omnipresente. Nos sentimos libres, dueños de nuestras decisiones, de nuestros actos, de nuestras elecciones. Incluso los niños preescolares tienen ya arraigada esa creencia, pero ¿es cierta?
Pedro Raúl Montoro Martínez* y Antonio Prieto Lara** / The Conversation / Edición 4V
¿Libre albedrío? N más ni menos (Captura de pantalla en Facebook).
En un universo material regido por las leyes de la física, no debería haber espacio para comportamientos que escapen a la dictadura de las causas y efectos, del mecanicismo físico.
Según Issac Newton, una vez conocida la posición y velocidad de cualquier objeto en un instante dado, junto con las fuerzas que actúan sobre él, se podría determinar su comportamiento en cualquier momento del futuro.
Si la causa de cualquier fenómeno físico es siempre otro fenómeno físico, ¿dónde queda la brecha de la libertad individual? Nuestra misión es compartir el conocimiento y enriquecer el debate: ¿Quiénes somos?
Antes de acostarme, yo tomo la firme decisión de salir a correr a las 6 de la mañana. Pero, al sonar el despertador, yo (el mismo yo) no soy capaz de levantarme.
La mayoría de los fumadores no consiguen dejar su adicción, aunque se lo propongan. Tampoco somos capaces de atiborrarnos de alcohol y decidir seguir estando sobrios, ni dejar de tener hambre o sed.
Creemos que podemos hacer lo que queramos, pero ni siquiera podemos elegir lo que deseamos, parafraseando al filósofo Arthur Schopenhauer.
Libres, pero condicionados (WordPress).
Multitud de determinantes ambientales y fisiológicos causan nuestro comportamiento. ¿Queda algún hueco para el libre albedrío? No.
La (in)existencia del libre albedrío ha llamado la atención a las neurociencias, que han tratado de analizar las relaciones existentes entre nuestras acciones voluntarias y la experiencia subjetiva de que nuestro "yo" es el causante de esas acciones.
Una de las posibles respuestas al determinismo causal newtoniano llegó de manos de la mecánica cuántica, que reintrodujo la aleatoriedad y la incertidumbre en la visión científica del universo.
Pero el abanico de posibilidades para la manera de que un objeto puede comportarse sigue determinado por el estado inicial del sistema, lo que para muchos autores nos devuelve al determinismo inicial.
Aun cuando nuestro comportamiento no fuera predecible, no significaría que fuéramos dueños de nuestro destino.
Analizando la situación desde otro punto de vista, podríamos decir que somos esclavos de... nosotros mismos. Es lo más parecido a la libertad que podemos imaginar.
Esta esclavitud simplemente responde al hecho de que cualquier decisión está determinada por la actividad cerebral previa, aunque sea inconsciente para nosotros.
Todos los días tenemos que tomar decisiones; ¿las asumimos libremente? (Facebook).
Pero dicha actividad previa es mía, no está separada de mi individualidad. Si mis decisiones no estuvieran causadas por mi actividad cerebral, dejarían de ser propias. No responderían a los determinantes genéticos y ambientales, que han esculpido la persona que soy.
¿Acaso queremos tomar decisiones sin contar con nosotros mismos? Decía el psicólogo y psiquiatra Viktor Frankl que "entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad".
Es cierto. Ese espacio existe. Pero no es necesariamente un espacio de libre albedrío, sino un espacio de flexibilidad, de procesamiento activo de la información, de diversificación del comportamiento. No tiene por qué ser un espacio indeterminado, pero puede considerarse igual de nuestro como si lo fuera.
Podemos decir que somos tan libres "como el sol cuando amanece, como el mar, como el viento que recoge mi lamento y mi pesar" (Nino Bravo, cantante español).
Efectivamente, tan libres y tan determinados como el sol, el mar o el viento.
* Raúl Montoro es profesor titular del Departamento de Psicología Básica en la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Madrid, España.
** Antonio Prieto es profesor permanente laboral en la misma institución universitaria.
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