Cómo la clase obrera organizada creció en EU en el siglo XX: de la persecución a las conquistas
- 4 Vientos
- 13 jun
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En un momento de revolución industrial, la clase obrera estadounidense dio pasos adelante para pelear por sus derechos y mejorar sus condiciones de vida durante la primera mitad del siglo XX.
Sergio Rabinal* / Diario Red** / Edición: 4 Vientos

Cuando se pone un espejo enfrente de los Estados Unidos de América el reflejo que arroja no puede estar más alejado del ideal de una sociedad con conciencia de clase. Y mucho menos donde esta colectividad esté organizada en sus lugares de trabajo.
Sin embargo, hubo un tiempo donde la realidad era algo diferente.
Los sindicatos adscritos a las imponentes y novedosas industrias ubicadas en los incipientes centros urbanos empezaron a florecer a finales del siglo XIX en el país.
La emergencia de estas asociaciones de trabajadores se materializó en la creación de la National Labor Union (NLU) en 1866, la primera federación a nivel estatal que trataba de unificar todas las luchas obreras.
La conformación de la NLU dio pie a futuras experiencias a gran escala que evidenciaban una nueva realidad en Estados Unidos: la clase trabajadora se estaba organizando alrededor de sus espacios de trabajo.
Las condiciones de vida de la población industrial a principios del siglo XX eran paupérrimas. Sin ir más lejos, el censo estadounidense de 1900 arrojó que alrededor del 6% de los trabajadores eran niños de entre 10 y 15 años.
No sería hasta 1938 cuando se prohibiría a los menores de 18 trabajar en fábricas y se restringía la actividad para los de 16 y 14 años. Además, se estima que los obreros estadounidenses acumulaban entre 54 y 63 horas semanales con un alto volumen de fallecimientos y accidentes.
Por otro lado, la falta de asistencia ante accidentes laborales generaba situaciones donde los y las trabajadoras asumían los riesgos de sus labores para ser despedidos, teniendo aquello como consecuencia la pérdida del derecho a una indemnización debido al derecho consuetudinario.
En muchos casos es cierto que los salarios eran más altos que en buena parte de Europa; de ahí el alto flujo migratorio desde el otro lado del Atlántico, pero la situación fue empeorando progresivamente conforme se acercaban al cambio de centuria.
Fue así un escenario perfecto para la emergencia de nuevas organizaciones, muchas de ellas de tipo socialista o anarquista, las cuales marcarían el primer tercio del siglo XX.

ORGANIZACIÓN, ASCENSO Y CONQUISTAS
Toda organización laboral por parte de su grupo más numeroso siempre va a encontrar resistencia en su cúspide, pero la resistencia puede tomar diferentes formas y en los albores del siglo XX esta lo hizo a través de la violencia.
Los intereses de los capitalistas coincidían con los de la clase gobernante, dando lugar a severas represiones ante manifestaciones, concentraciones y, especialmente, huelgas.
Esencialmente duro fue el periodo comprendido entre 1900 y 1918, coincidiendo además con un contexto internacional muy particular, consecuencia de las distintas revoluciones acaecidas en Rusia.
Aquí cabe destacar la masacre de Ludlow de 1914, en Colorado, donde ante una huelga masiva en una mina de carbón, la Guardia Nacional y un escuadrón privado contra huelguistas a sueldo de la propia compañía, acabó con alrededor de 20 personas.
Aquello dio pie a la llamada Guerra de los 10 Días y tuvo un gran seguimiento en otros centros mineros del país en forma de manifestaciones y huelgas.
La violencia antisindical fue una constante en este periodo como una reacción del capital contra el peligro político, económico y de poder que suponía la organización a gran escala de los trabajadores.
A lo largo de las dos primeras décadas de siglo, gracias a la presión sindical y a las movilizaciones, se fueron conquistando en sectores e industrias estratégicas aspectos tan importantes como la jornada de ocho horas.
Es también en este periodo donde se produce una ligera mejora en las condiciones de vida y reconocimiento de derechos coincidiendo con la presidencia de Theodore Roosevelt, limitando los abusos de ciertas compañías y promoviendo el sistema de arbitraje.
Pese a ello, no sería hasta la llegada de Woodrow Wilson cuando podría avanzarse más desde el punto de vista legal.
A lo largo de las dos primeras décadas de siglo, gracias a la presión sindical y a las movilizaciones, se fueron conquistando en sectores e industrias estratégicas aspectos tan importantes como la jornada de ocho horas.
Las Grand Eight Hours Leagues había liderado la lucha por conseguir dicho derecho desde el fin de la Guerra Civil estadounidense con el mantra de ocho horas de trabajo, ocho de ocio y ocho de descanso.
Progresivamente, dicha propuesta fue ganando tracción, pero no sería hasta la década de 1910 cuando grandes compañías, como Ford, la implementaron, aunque no fue hasta 1917 cuando se tradujo en ley federal para los trabajadores del ferrocarril.
De hecho, el movimiento por reducir la jornada laboral no se quedó ahí ya que, en abril 1933, el Senado aprobó una semana de trabajo de 30 horas durante la Gran Depresión.
No obstante, la entrada de Estados Unidos en la I Guerra Mundial modificó el escenario. El país aumentó su producción industrial y ganadera para poder satisfacer la demanda del frente bélico.
Se trató de un hecho histórico que incrementó la presión sobre los trabajadores, así como el coste de la vida, aumentando de paso no solo la afiliación en términos generales y el surgimiento de nuevas organizaciones, sino que las huelgas proliferaron.
Esta situación se prolongó hasta llegar a 1919 donde, siguiendo el ejemplo de la Revolución bolchevique, arrancó un ciclo de paros laborales que se extendió por todo el país: de Seattle a Nueva York pasando por los enclaves industriales del Medio Oeste, las producciones mineras del centro, así como las de servicios, puertos y otros sectores.

UNA NUEVA ERA
Tras la experiencia huelguística, el retorno de los soldados y el creciente antibolchevismo en Estados Unidos, la fuerza de las organizaciones obreras fue disminuyendo.
Esto, sumado al progresivo cambio en el modelo productivo, necesitándose cada vez menos trabajadores manuales en las industrias y más en labores administrativas o de consumo, hizo que su músculo fuera menor.
La mejor manera de apreciar esto se encuentra en las huelgas convocadas, cuyo número decreció exponencialmente en los años posteriores al fin de la I Guerra Mundial.
Pese a esto, la conflictividad se mantuvo, en particular en los núcleos mineros de Colorado y Virginia.
El efecto de la crisis de 1929 puso fin a esta situación, fundamentalmente por el aumento del paro y las malas cosechas, poniendo en el centro de toda la organización política.
Aquí cabe destacar ejemplos como los Unemployed Councils, liderados por el Partido Comunista de Estados Unidos. Lo hicieron desde uno de los principales centros económicos e industriales del país, como era Chicago.
Su modus operandi consistió en convocar manifestaciones masivas y marchas del hambre, las cuales sirvieron como un rescate y ayuda inmediata para la población en riesgo.
Este clima evidenció que el “American Plan” había sido un fracaso, lo que llevó al Congreso a legislar en favor de los sindicatos y el derecho de asociación en 1934 a través de la Norris-La Guardia Act, considerada como una de las mayores victorias del movimiento obrero estadounidense.
Esto vendría de la mano de un cambio en la Casa Blanca, abrazando tanto el electorado como el Partido Demócrata una posición más próxima a la socialdemocracia europea, con gran presencia del Estado como garante de empleo.
De hecho, el suelo en materia de derechos que ha sobrevivido a décadas de neoliberalismo en el actual Estados Unidos emerge de la presidencia de Franklin D. Roosevelt, fundamentalmente de la Ley de Seguridad Social de 1935.
Aquel fue el punto álgido y de mayor presencia de las organizaciones obreras y de izquierdas en el conjunto del país norteamericano.
El auge de los fascismos tendría su efecto en los núcleos urbanos e industriales, así como en los agrarios, especialmente en el sur donde la segregación estaba a la orden del día.
Los años posteriores estarían marcados por el inicio de la II Guerra Mundial y al término de la misma, y sin darse cuenta, Estados Unidos habría cambiado. Y con él, la clase obrera y la sociedad en general.
* Sergio Rabinal es historiador, periodista y maestro en Ciencias Políticas y Sociología. Es colaborador con medios escritos y audiovisuales desde 2018. Escribe sobre los Balcanes occidentales y la ex-Yugoslavia.
** Diario Red se define como un medio de comunicación que aplica una “línea editorial progresista de izquierdas, con rigor y sin miedo a la hora de señalar la corrupción mediática”. Forma parte de un proyecto multimedia de Canal Red que impulsa Pablo Iglesias Turrión, politólogo fundador del partido Podemos, vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 del gobierno de España entre 2020 y 2021.
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